LEY DEL ESPEJO
A veces pensamos que nos molestan las opiniones de los demás, pero en realidad lo que nos molesta es nuestra opinión al respecto.
Si alguien dice de mi algo que nada tiene que ver conmigo, entonces no me va a resonar y, por lo tanto, sabre que esa opinión o juicio, tiene más que ver con la persona que lo hace, con su vida, con sus heridas, sus carencias, sus estructuras, entonces esa persona encuentra en un otro un espejo, una proyección, una imposibilidad de mirar adentro.
Pero esa manera también ocurre con lo virtuoso, cuando las opiniones son constructivas o lo que se ve en el otro es algo bueno, también tiene que ver con la persona que las emite, las lleva en sus creencias y en su corazón, sobre si misma.
Podemos estar en desacuerdo con otra opinión, pero eso no debería molestarnos, porque el otro opina desde su perspectiva, sería infantil creer que debemos ir por la vida convenciendo a otros de nuestras certezas, esas que incluso, ni siquiera existen.
No hay certeza en nada, nuestras creencias pueden ir cambiando con el tiempo, por eso somos responsables de nuestras decisiones, y de sus consecuencias, pero no de las elecciones de los demás.
Si eso que otra persona dice me afecta, o molesta, es porque yo también lo pienso de mí, si así no fuera, no me causaría daño.
Por lo tanto, es ahí en ese ruido, donde hay que revisar nuestras creencias. Si las palabras del otro incomodan, entonces hay trabajo por hacer. Si las palabras del otro siguen de largo, entonces es porque sabemos quienes somos y que eso, no nos pertenece.
Cuando comprendes que toda opinión es una visión cargada de historia personal, empiezas a comprender que todo juicio es una confesión. En todo momento lo que decimos habla más de nosotros mismos que de los otros.
Todo lo que alguien dice de ti, no es más que una carta de presentación de esa persona, deja al descubierto sus creencias más arraigadas, sus prejuicios más profundos, su incapacidad de reconocer la otredad.
Por eso es tan importante conocernos, porque cuando sabemos quienes somos, no hay nada que nos pueda hacer dudar.
El silencio es una sabia respuesta, si el cartero me trae una carta que no me pertenece, entonces no la recibo y esa carta vuelve a su origen. Lo mismo pasa con las palabras.
Lo único que nos debemos en esta vida, es conocernos de manera tal, que nuestra escucha sea consciente, y nuestra vida es justamente eso, nuestra, más nuestra que nunca.
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