TELEVISIÓN Y REDES SOCIALES
TELEVISIÓN Y REDES SOCIALES
No importa si vivimos solos o acompañados. Una vez en casa, cansados físicamente y agotados mentalmente, solemos desplomarnos en el sofá. Y justo en ese preciso instante, después de un día marcado por la obligación de hacer y el deseo de tener; nos encontramos irremediablemente con nuestro SER: Es sin duda el verbo más importante de nuestra vida, pero también al que prestamos menos atención.
De ahí que sentados en el sillón, solos, en silencio y sin hacer nada, nos invada una incómoda sensación. Es como un runrún que empieza a vibrar con fuerza en nuestro interior, una experiencia conocida como "vacío existencial". Lo paradójico es que al empezar a conectar con nosotros mismos, con lo que sentimos en nuestro interior, solemos encender la televisión de forma mecánica con la intención de evadirnos de esa molesta y desagradable sensación. Es un acto sutil, totalmente inconsciente. Y lo cierto es que después de tantos años siguiendo este mismo ritual, huir de nosotros mismos termina por convertirse en una rutina. Lo hacemos por simple cuestión de comodidad e inercia.
Pasamos una media de cuatro horas al día delante de la televisión. Se estima que nos tragamos al menos una hora de anuncios y otra haciendo zapping. La afición desmedida por ver la televisión constituye un riesgo de dependencia por el encarcelamiento interno que anula la capacidad de libertad y decisión.
Y eso no es todo. La actividad de navegar por Internet ya supera en número de horas a la semana a la de ver la televisión. Visto con perspectiva, nuestro tiempo de ocio empieza a tener denominador común: estar sentados, narcotizándonos delante de una pantalla. De ahí que algunos sociólogos constaten que hemos entrado en una nueva era con un nuevo tipo de ser humano: "el hombre que se evade de sí mismo".
Llegados a este punto, los psicólogos proponen una serie de preguntas para averiguar qué hay detrás de nuestra adicción a escapar de nuestro mundo interior: "¿Cuánto tiempo dedicamos cada día a estar realmente con nosotros mismos sin evadirnos? ¿Qué necesidad tenemos de entretenernos? ¿Qué sentimos cuando estamos a solas, en silencio y sin nada con lo que distraernos? Y en definitiva: ¿Somos conscientes de que huir de nosotros mismos no es la solución, sino el problema? ¿Por qué hacemos lo que hacemos?
Resulta incómodo cuestionar nuestro estilo de vida. Pero tarde o temprano no nos va a quedar más remedio que pararnos y ver qué ocurre en nuestro interior.
Y este ejercicio de honestidad, humildad y coraje es el principio de la verdadera crisis existencial, que no es más que asumir la responsabilidad y el compromiso de resolvernos a nosotros mismos.
Al estudiar la etimología de las palabras, nos damos cuenta de que en este caso el problema es también la solución. El término malestar: por ejemplo, está compuesto por el adjetivo mal y el verbo estar y básicamente "estar mal". Un sinónimo contemporáneo, totalmente aceptado por la sociedad, es el aburrimiento. Procede del latín abhorrere, que quiere decir "tener horror". Es decir, que cuando afirmamos estar aburridos, en el fondo estamos diciendo que sentimos horror dentro de nosotros. De ahí que para escapar nos orientemos hacia la diversión. Lo cierto es que este sustantivo, que viene del verbo latino divertere, significa "apartarse, alejarse, desviarse de algo penoso o pesado". Recapitulando, sólo cuando estamos mal experimentamos horror en nuestro interior, lo que nos lleva a apartarnos y alejarnos de nosotros mismos, buscando distracciones de todo tipo en el exterior.
Ojalá puedas tener pequeños actos de conciencia hacia tu interior, de estar presente e ir modificando los hábitos automáticos que te alejan de sentirte y disfrutar vivir en plenitud. Te invito y sugiero cada día dediques 5-10 minutos realmente a estar a solas...
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