SÉ, SI TENGO UN PROBLEMA

SÉ, SI TENGO UN PROBLEMA

A veces no somos conscientes de tener un problema. A veces el problema se desliza sigilosamente en nuestra vida, creemos que lo tenemos todo bajo control hasta que nos damos cuenta de que se trata de una ilusión.

Cualquier cosa que nos haga daño pero que no conseguimos dejar atrás, desde el alcohol y la comida hasta una relación de pareja tóxica. 

Si no reconocemos un problema, seguiremos poniendo en práctica los mismos comportamientos y formas de pensar que nos condujeron hasta el punto en el que nos encontramos. Parafraseando a Einstein, no podemos esperar resultados diferentes si hacemos siempre lo mismo. De hecho, muchas personas rompen una relación tóxica solo para descubrir que en su próxima relación se repite ese mismo patrón. ¿Por qué?

El problema no son únicamente los otros, son nuestras expectativas, hábitos y formas de pensar los que nos encierran dentro de un círculo vicioso. Es lo que se conoce como repetición compulsiva, un impulso que nos guía a repetir los mismos hábitos y patrones de pensamiento, aunque estos nos conduzcan a situaciones que nos hacen daño.
 
 
En muchos casos esa repetición compulsiva se forma en la infancia, son modelos que aprendimos o formas de reaccionar que se han automatizado. Adquirimos hábitos emocionales, patrones de pensamiento, formas de relacionarnos y estrategias de resolución de conflictos.

Cuando crecemos, no cuestionamos esos aprendizajes, pero estos pueden llegar a ser tan desadaptativos que nos conducen a situaciones que nos causan dolor. El problema es que en muchas ocasiones no tenemos los recursos psicológicos para afrontar el cambio necesario, por lo que nos protegemos “escondiendo” la verdadera causa del problema.
 
Nuestro miedo a salir del espacio que conocemos y en el que hemos hallado un equilibrio. Es probable que en esa zona nos hagamos daño. Salir de esa zona significa asumir cierto grado de incertidumbre, una situación que nos puede hacer sentir extremadamente indefensos y vulnerables.

Cuando llegamos al fondo solo tenemos dos caminos: o nos quedamos allí desgastándonos poco a poco o hacemos acopio de fuerza para salir y cambiar todo aquello que debe ser cambiado.
Es fundamental descubrir qué formas de pensar, actitudes y maneras de relacionarnos están fomentando esa repetición compulsiva.

Luego tenemos que armarnos de valor para ir dando pequeños pasos, de manera que no sintamos tanta ansiedad, ampliando cada día nuestro espacio vital.

Ayudarte a comenzar con pequeños cambios, como tomar una ruta diferente para ir al trabajo, probar un plato distinto, atreverte a hacer algo que nunca has hecho. Piensa en tu manera habitual de hacer las cosas y afrontar los problemas e intenta introducir un elemento de novedad, haz algo diferente. Para que te des cuenta de que cambiar no implica nada de malo. 

Reduce la velocidad, mira más dentro de ti, y toma decisiones. Considera que el primer paso no te conduce a dónde quieres llegar, pero te saca de donde estás. Ve despacio y aprende a confiar un poco más en tu instinto.

También es importante que te prepares para todas las excusas que te vas a poner, es la parte de ti que desea mantenerte atado al pasado. Sé consciente de que son solo eso: excusas para no seguir avanzando.
Es una experiencia de vida que puedes utilizar para aprender y salir fortalecido.
 
 
Mi Consulta Psicológica
Ana Luisa López Pérez
Psicóloga
 
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