AMAR SIN POSEER
AMAR SIN POSEER
La mayor muestra de amor es dejar que la persona amada sea ella misma.
También es una enorme muestra de madurez. Y es algo muy difícil de
lograr ya que nuestra sociedad nos ha “programado” para la posesión.
Apenas tenemos algo, apenas sentimos que algo es nuestro, nos atenaza el
miedo a perderlo. Y mientras más nos apegamos a esa posesión o a la persona, mayor es ese miedo.
En muchos casos ese miedo a la pérdida se remonta a experiencias
pasadas, sobre todo de la infancia, que dejaron heridas dolorosas. Se ha apreciado que las personas que han sufrido
pérdidas en su infancia o quienes no han recibido la suficiente atención
suelen desarrollar un apego inseguro que las lleva a depender de los
demás o a querer controlar sus vidas. Estas personas demandan
continuamente atención y no quieren compartir a esa persona especial con
nadie más por miedo a que se la “roben” y desaparezca de su vida, lo
cual les hará experimentar los sentimientos de indefensión que sentían
cuando eran niños.
Sin embargo, puede haber otras razones para que una persona desarrolle
esa relación posesiva. De hecho, la posesividad siempre implica
inseguridad y una baja autoestima. Las personas inseguras suelen ser más
posesivas porque tienen más miedo a perder lo que han logrado pues, en
el fondo, creen que no lo merecen.
El problema es que estas personas, en vez de analizar de dónde proviene
esa posesividad, intentan contrarrestar sus miedos e inseguridades con
más control.
No confundas apego con amor. La posesividad suele provenir de una confusión: interpretamos equivocadamente nuestro apego como amor. El apego es una emoción superficial que nos ata, mientras que el amor es una
emoción más profunda que nos libera. Amar a alguien es dejarlo libre,
atar a alguien es experimentar apego. Por eso, la posesividad es una
forma de apego que no refleja amor sino nuestro deseo y necesidad de
control.
Deja ir la necesidad de control. La posesividad surge de la
inseguridad, que intentamos atenuar a través del control porque este nos
brinda la falsa ilusión de seguridad. Sin embargo, cuando te das cuenta
de que en realidad el control que ejerces es mínimo porque en cualquier
momento la vida te puede arrebatar cualquier cosa o a cualquier
persona, entonces comprendes que no tiene sentido gastar tanta energía
inútilmente. En ese momento ocurre un pequeño milagro: en vez de
esforzarte por controlar, te esfuerzas por disfrutar más de esa persona o
de tus posesiones.
Cultiva tu “yo”. La dependencia emocional
del otro y el deseo de controlarlo surge cuando sentimos que no somos
capaces de satisfacer nuestras necesidades. Cuando tenemos un “yo”
maduro, cuando confiamos en nuestras capacidades y hemos conectado con
nuestras emociones, la posesividad desaparece, simplemente porque no la
necesitamos, no tiene razón de ser. Por eso, para amar sin dominar ni
depender, es necesario realizar un profundo trabajo interior.
Asume que todos tiene derecho a ser. No le hacemos un bien a los
demás cuando imponemos nuestras opiniones y formas de hacer. Por tanto,
no caigas en el error de intentar imponer tu manera de ver el mundo para
“ayudar” al otro. Nadie está obligado a satisfacer nuestras
expectativas, por lo que el mayor regalo que podemos hacerle a quienes
amamos es dejar que sean, y aceptarles incondicionalmente.
Yo soy Yo
Tú eres Tú.
Yo no estoy en este mundo para cumplir tus expectativas
Tú no estás en este mundo para cumplir las mías.
Tú eres Tú
Yo soy Yo.
Si en algún momento o en algún punto nos encontramos
Será maravilloso
Si no, no puede remediarse.
Falto de amor a Mí mismo
Cuando en el intento de complacerte me traiciono.
Falto de amor a Ti
Cuando intento que seas como yo quiero
En vez de aceptarte como realmente eres.
Tú eres Tú y Yo soy Yo.
Fritz Perls
Mi Consulta Psicológica
Ana Luisa López Pérez
Psicóloga
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