SECUESTRO EMOCIONAL

SECUESTRO EMOCIONAL

¿Pierdes el control de tus emociones a menudo?
¿Dejas que la ansiedad, el miedo o la ira tomen el mando en los momentos más inoportunos?

La buena noticia es que existe una estrategia muy sencilla y rápida para no dejar que se produzca un secuestro emocional en toda regla. Podemos anticiparnos a esas emociones e impedir que crezcan hasta el punto que llegan a causar malestar y afectan nuestro desempeño. Solo es necesario aprender a etiquetar las emociones.

ETIQUETAR TUS EMOCIONES. Sea cual sea tu emoción, si te sientes triste, furioso o ansioso, simplemente etiqueta ese estado, ponlo en palabras. El proceso de etiquetar las emociones implica relacionar una palabra a una combinación, muchas veces caótica, de sensaciones mentales y físicas. De hecho, a veces es difícil determinar exactamente cómo nos sentimos. Sin embargo, encontrar una palabra para nuestro estado nos ayuda a manejar mejor las emociones.
Las emociones tienen un enorme valor adaptativo porque son una señal de nuestro cerebro que nos indica los riesgos o las oportunidades que tenemos en nuestro horizonte. Las emociones son un poderoso aliciente para la acción.

Encontrar una palabra que defina el caos emocional que estamos experimentando, es una herramienta tan poderosa de autocontrol. En práctica, el simple hecho de etiquetar lo que estamos sintiendo, hace que pasemos de un “estado emocional” a un “estado racional”. De esta forma, no solo podemos impedir que las emociones negativas crezcan desmesuradamente sino que podemos dominar la impulsividad y reaccionar con más calma, potenciando el autocontrol.

Si nunca has escudriñado en tus emociones, al principio te resultará difícil encontrar la palabra adecuada para expresar lo que estás sintiendo. Por eso, es conveniente que practiques varios minutos al día, hasta que aprendas a identificar rápidamente tus emociones.

Debes detenerte y pensar en cómo te sientes en ese preciso momento. Sin embargo, no se trata solo de etiquetar la emoción, una vez que encuentres la palabra adecuada, haz una pausa. Céntrate en esa emoción y en las reacciones que despierta. Pero no juzgues, no utilices calificativos como negativas o positivas, buenas o malas, simplemente di: “Ahora mismo me siento ansioso” o “Me siento enfadado, es una respuesta natural en esta situación”. 

En este punto, no te queda sino “sentarte junto a esa emoción” y considerar cuidadosamente cuál será tu próximo paso. Por ejemplo, puedes decirte: “Me siento irritable. Ahora mismo no puedo tomar una buena decisión, será mejor que dé un paseo para calmarme”.

La etiquetación de las emociones es una técnica particularmente útil cuando debes dar un discurso en público y te sientes nervioso, cuando comienzas a enfadarte en una discusión, para evitar que se te vaya de las manos, o cuando te irritas porque algo no ha salido bien en tu rutina cotidiana.
OPINIÓN Y SUGERENCIAS


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Ana Luisa López Pérez
Psicóloga

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