EXPECTATIVAS
EXPECTATIVAS
Las
personas que nos rodean quieren lo mejor para nosotros, o al menos eso
dicen. El problema radica en que, junto a sus mejores deseos, también
llegan las expectativas.
De hecho, todos tienen expectativas
sobre cómo deberíamos comportarnos, qué deberíamos hacer e incluso
sobre lo que deberíamos lograr en la vida o las cosas a las que
deberíamos aspirar. Tu pareja, tus padres, tu jefe, tus amigos o tus
compañeros de trabajo tienen determinadas expectativas sobre ti, algunas
las habrán hecho explícitas a través de sus comentarios, otras serán
implícitas. Sin embargo, todas influyen en tu comportamiento, aunque no
seas consciente de ello. La pregunta es: ¿hasta qué punto pueden cambiar
tus decisiones e incidir en tu vida?
Si los demás esperan algo de ti, intentarás cambiar para satisfacerlos, comienzaras a mostrar las conductas que se
esperan de ti.
Las
expectativas sobre una persona puede cambiar su
comportamiento para adecuarse a lo que se espera de ella en cualquier área
de la vida, desde las expectativas sobre la nacionalidad hasta los
estereotipos de clase, color de la piel o género.
En la vida real, relacionarse con las personas significa influenciar y
dejarse influenciar. De la misma manera en que los demás tienen
expectativas sobre cómo debemos comportarnos, nosotros tenemos
expectativas sobre sus comportamientos. Así, nos involucramos en un
baile social donde cada movimiento (entiéndase creencia, estereotipo o
expectativa) tiene una repercusión en el otro y en nosotros mismos. Se
trata de una “batalla” sutil en la que nos involucramos todos los días,
una batalla en la que luchamos por ser nosotros mismos y, a la vez, por
satisfacer a los demás.
El problema comienza cuando en esta batalla de expectativas dejamos que
los demás tomen el control y nos dicten no solo cómo debemos
comportarnos sino también a qué debemos aspirar. En ese punto corremos
el riesgo de perdernos, de asumir unas metas que no nos pertenecen y de
vivir una vida que no es la que quisiéramos.
Las expectativas provienen de personas
muy cercanas a las que no nos gustaría defraudar, como una pareja
demasiado posesiva o una madre tóxica.
En esos casos, es conveniente detenerse a cada rato en el camino para
preguntarnos si lo que estamos haciendo realmente nos gusta y es un
reflejo de quiénes somos o es tan solo un comportamiento que exhibimos
para satisfacer a otra persona.
Recuerda siempre que el principal
arquitecto de tu vida debes ser tú.
Mi Consulta Psicológica
Ana Luisa López Pérez
Psicóloga
Av. del Puerto Nº 81, Planta 6ª, Pta. 44.
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