PSICOTERAPIA
PSICOTERAPIA
“He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer. No he sido feliz” Jorge Luis Borges.
El consultorio de una terapeuta es el lugar privilegiado de los
secretos, las angustias, los miedos innombrables y los anhelos más
escondidos. Atestiguar y acompañar capítulos de las vidas de los
consultantes, es uno de los privilegios más grandes que tengo. Escuchar
tantas historias me ha dado algo de luz sobre los deseos humanos, sobre
los dolores más frecuentes, sobre los miedos que a todos nos paralizan.
Somos, como dijo alguna vez Álvaro Mutis, más predecibles y más
parecidos de lo que nuestro ego reconoce. Somos como especie, distintos
pero similares, diferentes pero parecidos. Aunque el peso de la cultura
modifica lo que puede o debe ser deseado, en la intimidad del
consultorio, los verdaderos deseos y terrores quedan al desnudo, por lo
menos en pequeñas ráfagas, en palabras que se dicen sin pensar, en
lapsus que revelan verdades, más allá de las máscaras convencionales.
Hoy les comparto ideas surgidas de los relatos de mis pacientes, sobre algunos
obstáculos para una vida interesante y digna de ser vivida:
- La preocupación siempre es estéril: Pensar sobre las cosas antes que sucedan, cargarlas de miedo y expectativas sobre cómo deberían ser no nos ayuda en nada. El que se preocupa trabaja el doble o el triple. Antes, durante y después de resolver una dificultad. La preocupación que no se convierte en acción, se vuelve un lastre emocional.
- La necesidad de agradar a los demás: Muchos sienten que viven en una farsa, representando el papel que les asignó alguien más. Es el costo de querer agradar a todos. Ser incapaz de decir que no, dejar de lado los deseos personales, no defender lo propio por miedo al abandono o al rechazo y generar una dependencia de la opinión de los demás para sentirse valioso.
- La tendencia a no disfrutar el presente: Sin darnos cuenta, nos perdemos de nuestra vida. Pensando en el futuro o en el pasado, nos perdemos la belleza del momento, la fuerza del instante y olvidamos que la vida es hoy. Recordarlo hace la diferencia entre vivir como viendo la película de alguien más o sentir en el cuerpo y en la mente la conmovedora experiencia de estar vivo.
- La obsesión con el amor: El anhelo, la nostalgia, la melancolía, son derivados de la obsesión con el amor y con un ideal fantaseado sobre su apariencia y poder. Esa voz que dice que hay que tener lástima por quienes están sin pareja. Obsesionarse con el amor lleva a la gente a entrar en relaciones de mala calidad, tolerar circunstancias que amenazan la dignidad, diluir los sueños individuales con tal de tener compañía, sufrir años y años por los amores pasados, perdidos y fracasados.
- La obsesión con el éxito: Compararse con otros, autodevaluarse por lo que se ha logrado hasta el momento, concluir que deberíamos tener más cosas materiales que nos prueben que somos valiosos, son fórmulas útiles para la amargura. El éxito entendido exclusivamente como la capacidad de generar dinero o poder, produce frustración, ansiedad y no motivación genuina.
- Los hábitos obsesivos: Algunos rituales obsesivos mitigan la angustia, pero pueden volverse un verdugo implacable que no nos permite disfrutar. La disciplina llevada al extremo genera trastornos de alimentación, adicción a las endorfinas, insomnio, ansiedad e incapacidad para disfrutar y para adaptarse al cambio. El perfeccionismo es una horrenda palabra que describe a aquellos que privilegian los resultados por encima de la paz mental.
- La vergüenza por el pasado: Todos tenemos historias de vergüenza, partes de nosotros que nos generan remordimiento o sentimientos de humillación. La vergüenza es una de las emociones más poderosas porque nos hace pensar que no valemos la pena, que no somos suficiente. El perdón a uno mismo por todo lo vivido, es un requisito indispensable para poder seguir adelante, un poco más ligeros de carga.
- El miedo paralizante: Surge sobre todo de evitar enfrentar la realidad. Quien se esconde de lo que teme, alimenta sus miedos. Todo aquello que nos asusta, es aquello que tenemos que vencer.
- Posponer lo importante: Por miedo a ser felices, como hábito neurótico que produce angustia, frustración, autodevaluación y depresión. Dejar que los asuntos pendientes se acumulen, es un camino muy eficaz para pensar lo peor de nosotros mismos, para sabotearnos logros y sueños largamente anhelados.
- Juzgar a los otros: Perdemos horas preciosas de nuestra vida volviéndonos jueces implacables de los otros, creyendo que quienes están en lo cierto somos nosotros y perdiéndonos la oportunidad de vincularnos a partir de la curiosidad, el respeto y la humildad con los demás.
- La incapacidad para el ocio: jugar, correr, leer, tener sexo, reírse, bailar, conversar, aprender. Todas son actividades que producen placer y para las que no tenemos tiempo, por los estilos de vida marcados por la competitividad y la prisa. Dejarlos de lado es quitarle a la vida una parte disfrutable y desestructurada, que nos recuerde que aunque trabajar es también un logro humano placentero, la capacidad de no hacer nada o de hacer cosas solo por el gusto de hacerlas, genera una vida mucho más feliz e interesante
Mi Consulta Psicológica
Ana Luisa López Pérez
Psicóloga
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