LOS VACÍOS
LOS VACÍOS
El vacío representa lo que falta, el agujero. Todas las
palabras neutras que podrían ser simples sustantivos pero que convocan
algunos de nuestros peores miedos. En terapia, tanto en la teoría como
en la clínica, la falla/falta/déficit/ se
propone como la causa de muchas conductas compensatorias: Si faltó
amor, lo buscará compulsivamente; si tiene un vacío afectivo de tipo
ansioso, lo llenará de alcohol, comida, compras. El agujero o vacío que a
veces se siente como soledad angustiosa, podría incapacitar a alguien
para disfrutar de sí mismo con gozo y sin desesperación.
Todas
estás asociaciones que despierta la idea de vacío son observables en la
clínica, en los relatos de los pacientes, en las charlas con los
íntimos, amigos o amores, en las que uno desnuda el alma y confiesa que a
veces siente un vacío, que algo le falta, que jamás llena sus
necesidades, que son tan grandes las expectativas que se vuelven
imposibles de colmar.
Solo son capaces de amar aquellos que
aceptan que algo les falta. El vacío es necesario para moverse hacia el
amor. Pienso por ejemplo en pacientes con rasgos de timidez patológica, o
con poca amplitud para la expresión de la empatía. En estos
perfiles de personalidad, no se reconoce una falta ni un vacío. El
tímido patológico se hunde en el miedo al contacto humano y declara
defensivamente que no necesita a los demás. Los poco capaces de empatía
no sienten ninguna resonancia frente al vacío o la soledad de los otros.
Así que es necesario poder mirar adentro y reconocer
que ahí, en el fondo del alma, o del corazón o de la mente, existe un
vacío.
Lejos de ser una muestra de debilidad, quien reconoce que
su vacío no se colmará en soledad, es quien puede acercarse al amor o a
la amistad.
Nos aterra declararnos tristes, aparecer llorosos frente a la
gente que nos quiere. Creemos que al nombrar la tristeza, se volverá más
profunda o hasta irremediable. Sin embargo, solo los que pueden
entristecerse son congruentes con eventos de la vida, que simplemente
son tristes. Que no hay modo de darles la vuelta para que tengan una
connotación positiva. Aceptar la tristeza generada por los vacíos es de adultos valientes.
Por
último, la capacidad de soñar que nos plantea Donald Winnicott, sería
imposible si no sintiéramos que algo nos falta. Los sueños, los anhelos,
las ilusiones, surgen de lo ausente, de lo que no tenemos, de lo que
deseamos conseguir.
Reconocer que existe el vacío dentro de nosotros, acercarnos a él, saber qué historias lo han conformado, además de ser un importante ejercicio de introspección, es esencial para aprender a soñar. Todo eso que no tuvimos, que nos faltó, que nos hubiera encantado vivir, lo encontraremos si dejamos de tenerle tanto miedo a nuestras zonas de vacío.
Mi Consulta psicológica
Ana Luisa López Pérez
Psicóloga
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