SOLOS, PARA BIEN O PARA MAL.

SOLOS, PARA BIEN O PARA MAL

El sentimiento de estar solos en el mundo es una consecuencia frecuente después de terminar relaciones amorosas, de perder amigos o de enfrentar grandes cambios en nuestra vida como el fin de un ciclo laboral, cambiar de casa, de país, de etapa de ciclo vital. La soledad que siente una niña de 12 años ante la perspectiva de dejar la niñez para entrar en una etapa desconocida, se parece muchísimo a lo que puede experimentar un hombre de 50 años, que se siente solo y perdiendo la juventud.

Hacemos toda clase de cosas para combatir la soledad: vemos televisión, compramos, comemos, comenzamos y mantenemos relaciones amorosas que no nos ilusionan o que son de mala calidad, nos quedamos en círculos de amigos por costumbre y no por convicción.

Cualquier solución externa a un conflicto interno, fracasará tarde o temprano.

El sentimiento de soledad que produce tristeza y angustia, solo puede transformarse en soledad creativa y apacible, mirando adentro. Buscando la unidad perdida con uno mismo. Ese que uno es y que a fuerza de distracciones se ha convertido en un extraño, es al que hay que recuperar primero si nos sentimos solos. 

La universidad de Carnegie Mellon ha publicado recientemente un estudio sobre los efectos del sentimiento de soledad en la salud. Los hallazgos son impactantes: inflamación corporal generalizada que está asociada a algunos tipos de cáncer, deterioro del sistema inmunológico, pérdida progresiva de capacidades mentales como la concentración y el razonamiento lógico. 

No es estar solo lo que enferma, sino sentirse aislado del mundo que nos rodea.

En este mismo estudio se ha propuesto la meditación que se centra en el momento presente como un antídoto para el sentimiento de soledad. Al hacernos conscientes, con la meditación,  del mundo que nos circunda, aumentamos la capacidad de asombro y agradecimiento por estar en el mundo y ser parte de él. En el peor caso, si alguien no contara con nadie en esta vida, contaría consigo mismo y con el mundo que lo rodea – cielo, luna, estrellas, árboles, flores, viento, lluvia, música, cine, libros.

La calidad de vida, parece moverse entre estos dos puntos,  soledad y compañía. Quien sea incapaz de estar solo, sufrirá un deterioro físico y emocional. Quien sea incapaz de acompañarse de los otros, también enfermará.

Quizá uno de los mayores retos en la vida humana sea encontrar alguna fórmula que nos permita combinar soledad y compañía. Las dosis y necesidades son personales, aunque en función de los hallazgos científicos, a los más solitarios les convendría una mayor dosis de relación. Y a quienes dan tal prioridad a lo social que se olvidan de sí mismos, y ya no saben ni quiénes son, podría beneficiarles una mayor cantidad de horas de soledad, no angustiosa, sino gozosa.

A vivir se aprende, equivocándose y acertando. Hablemos de ser capaces de romper la idea rígida sobre nuestra identidad, para poder movernos de un lado al otro en el espectro soledad- compañía.


MI CONSULTA PSICOLÓGICA
Ana Luisa López Pérez
Psicóloga

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