MI MUNDO INTERNO
MI MUNDO INTERNO
Tenemos la capacidad innata de consolarnos y calmarnos a nosotros mismos. Así como lo leyeron: Sin recurrir al alcohol o a cualquier otra droga, ni a ninguna distracción que nos haga olvidar lo angustiados o lo furiosos que estamos.
Quizá pensamos frecuentemente que dentro de nosotros es un lugar incomprensible, del que pocas veces sabemos dar cuenta. Suena a broma, pero no sabemos responder claramente cuando nos preguntan qué se siente, cómo te sientes, qué sentiste y similares. Contestamos lo que sea, poniendo el énfasis casi totalmente en el mundo exterior: hacía frío, mis padres se acababan de divorciar, ella me provocó, el mundo está en crisis, o contestamos lo que pensamos pero no lo que sentimos.
La atención puede dirigirse al exterior o al interior. Es la interior, la que nos permite darnos cuenta de nuestro corazón latiendo aceleradamente antes de dar un discurso, es notar que estamos satisfechos después de comer o sentirnos enamorados y felices. Y por cierto, no tiene nada que ver con decirnos tranquilo, todo pasa.
La mayor parte del tiempo damos prioridad a lo que ocurre externamente, dejando de lado el mundo interno formado de emociones, sentimientos y sensaciones. Los bebés y los niños son quienes naturalmente registran su mundo interno, y pierden esa habilidad en parte por la socialización, que enfatiza la importancia de adaptarse al medio externo.
La atención interna nos permite ser concientes de nuestras sensaciones y emociones, que muchas veces sólo registramos en condiciones críticas, por ejemplo cuando tenemos mucha sed, estamos muy cansados o nos sentimos profundamente tristes y furiosos.
La atención interna tiene un papel crucial en nuestra sensación de bienestar. La felicidad o infelicidad que sentimos en nuestra vida está mucho más relacionada con lo interno. Por ejemplo, esos días en los que nos sentimos contentos a pesar de los problemas, o cuando logramos conservarnos serenos frente a un evento angustiante.
La depresión, la ansiedad, y el manejo de la ira son tres estados emocionales que están claramente influenciados por nuestra habilidad para dirigir la atención hacia adentro.
Pensar que nos tenemos que calmar, o que no deberíamos estar tristes o razonar para calmar nuestro enojo, rara vez funciona. En el territorio de la mente, mientras más pensamos en evitar algo, más lo estaremos volviendo el foco de nuestra atención (lo que resistes, persiste). No podemos controlar la mente con nuestra mente, pero sí conectando con nuestro cuerpo. Lo que sí sirve, es algo tan simple como darse el tiempo para respirar concientemente. La respiración pausada y profunda, baja casi inmediatamente al ritmo cardiaco acelerado y genera una sensación de tranquilidad que solo es alcanzable atendiendo al mundo interno. Y practicando.
Muchos renuncian a ejercitar esta capacidad para autotranquilizarse y recurren a medios artificiales para encontrar afuera, la paz que no logran construir adentro.
La meditación y la yoga nos enseñan a respirar y aumentan nuestra atención interna. También la terapia, enfocada en la observación del mundo interno, ayuda a este objetivo.
Quizá no queremos ni respirara hondo, ni ver nuestro mundo interno, porque tememos a las emociones que ahí encontraremos. Lo malo es que aunque las ignoremos y busquemos distracciones, siguen ahí, silenciosas, esperando el momento en el que nos tomarán por sorpresa, por lo que quizá valdría más estar en contacto con ellas, sentirlas, nombrarlas, comunicarlas.
Los momentos más felices son aquellos en los que nuestra atención está absolutamente enfocada en lo que estamos haciendo, sin nada que nos distraiga.
Quizá no somos felices, porque estamos demasiado ocupados y demasiado distraídos. Quizá nos angustiamos o nos enojamos en exceso, sin saber que contamos con la capacidad para calmarnos, con un acto tan simple y tan complejo como dejar de mirar afuera y poner nuestra atención adentro, en nuestro cuerpo y sus sensaciones. Quizá es tan simple como aprender a respirar hondo y sin miedo.
Mi Consulta Psicológica
Ana Luisa López Pérez
Psicóloga
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