EL SIGNIFICADO DE LAS COSAS

EL SIGNIFICADO DE LAS COSAS

Los seres humanos existimos en un mundo de significados de los cuales no somos necesariamente conscientes.

Las cosas de este mundo, esas que nos mueven a desear, siempre significan algo más; no se quiere un coche porque sí, o una casa porque es grande o bonita, o un trabajo de determinadas características sólo por el trabajo en sí.

La filosofía, la antropología social y la psicología, particularmente el psicoanálisis, no han cesado de preguntarse por qué deseamos lo que deseamos, cuál es el sentido de la existencia, en qué consiste la búsqueda de la felicidad y cuáles son las mejores formas de ser persona.

Hay algunos para quienes tener un auto de lujo significa existir en el mundo desde un lugar de poder y dominio. Para otros, tener un coche es un mal necesario y para otros representa un sueño y aspiración.

El dinero puede ser irrelevante para alguien que lo ha heredado y dolor de cabeza para quien  gana el salario mínimo. El dinero puede comprarlo todo para quien simboliza lo más valioso o puede ser irrelevante para quien trabaja más por un ideal que por la remuneración material.

Cuidar la alimentación obsesivamente puede ser un síntoma de la personalidad narcisista o un acto de sobrevivencia para un diabético.

Rara vez queremos las cosas que creemos querer. Queremos la seguridad de un techo, la protección de una pareja para nuestro niño desvalido, el reconocimiento social que nos da un logro laboral, recompensas narcisistas cuando lucimos bien arreglados y saludables.

Todo simboliza algo más y el apego a lo que significan las cosas, es sobre todo emocional. Los símbolos normativos y racionales nos mueven menos que los emotivos y más primitivos (deseos, sentimientos, instintos).

Nos enamoramos de los significados que le atribuimos a alguien. Por su forma de mirar en la que adivinamos ternura. Por su color de cabello que nos recuerda a la maestra de la infancia. Por su tono de voz, que nos da calma en la ansiedad. 

Nos deprimen los días fríos porque quizá nos recuerdan épocas de pobreza pasadas o nos alegran porque nos recuerdan vacaciones invernales en las que fuimos felices.

Los significados más importantes son los biográficos. Esos que sólo nos hablan al oído a nosotros. Esos que sólo nosotros podemos escuchar si nos conocemos lo suficiente. No se porqué es el estado de inconciencia por excelencia. Deberíamos saber por qué amamos y detestamos cosas. Qué nos conmueve o qué nos rompe. Qué nos pone en peligro y qué nos consuela. Qué nos hace bien y qué nos hace mal.

Los sentimientos que despiertan las cosas en nosotros son una referencia para tomar decisiones, aunque no la única. El imperio de la emoción o de los sentidos podría despojarnos de la necesaria acción de la razón, que nos permite elegir caminos que no son necesariamente placenteros pero que pueden tener un sentido de trascendencia a largo plazo.

La emoción mueve a la razón y se resiste a ser movida por ella. La humanización en el más amplio de sus significados es la posibilidad de sentir y pensar. De permitirse el placer pero ser capaz de renunciar a él cuando sea necesario. Ni la total indulgencia ni la represión total son caminos recomendables, porque son totalitarios. La mesura, el territorio intermedio, la conciliación de los deseos y la ley, es siempre la región en la que se juega el sentido de la existencia. Y para jugar, solo hace falta actitud reflexiva, observación apacible y autocrítica humilde. Casi nada.
 
 
Mi Consulta Psicológica
Ana Luisa López Pérez
Psicóloga
 
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