TU, YO Y NOSOTROS

TU, YO Y NOSOTROS

Qué difícil es la vida en pareja. Qué difícil es amar a alguien y encontrarse con que el otro, igual que uno, es un universo lleno de contradicciones formado de experiencias, creencias, prejuicios, fantasmas, deseos, ilusiones y miedos muchas veces incomunicables a través de las palabras. Y sumemos además otras variables como la profesión, que en algunos casos es particularmente absorbente y deja poco margen para la vida del corazón, los amigos y las exparejas que causan celos y territorialidad, los fracasos amorosos del pasado que nos hacen dudar del presente o incluso pasar facturas a la pareja actual por lo sufrido con alguien más. Todo en un crisol complicado que a veces genera el impulso de claudicar y huir.

La costumbre, el aburrimiento, el desencuentro sexual, la falta de tiempo para construir y compartir buenos momentos, los agobios por el futuro de los hijos, las preocupaciones por el dinero, las diferencias en los niveles de energía de unos y otros, las crisis internas que se proyectan en la pareja y el manejo de los conflictos generan miedo, suspicacia, rencor, distancia, desconfianza, desamor e incluso circuitos muy difíciles de romper. Silenciosamente, las relaciones se van desgastando con el paso del tiempo de manera irremediable. Cada quién reacciona ante esta realidad como puede y a veces de la peor manera: poniéndole más lejanía a la lejanía, es decir, distanciándose emocionalmente, enterrándose en el silencio y dejando de abrir el corazón para compartirle al otro lo que le pasa, lo que le duele o lo que no se atreve a decir; dándole así rienda suelta al hambre de novedad, creyendo que el aburrimiento o la rutina se verá mitigado por la presencia de otr@s, ya sean reales o fantaseados con los cuales distraerse de la realidad lo cual indica que una vez que la habituación se ha apoderado de una relación, el reto de mantener el fuego vivo es más una decisión voluntaria y mucho menos efecto de una pasión avasalladora. A veces, cuando se es muy dependiente emocionalmente, vivir las dificultades del amor desanima. Darse cuenta de que ya no se es ni la niña de los ojos para el otro ni el hombre maravilloso para la otra, genera miedo al abandono; merma el amor por uno mismo y de manera paradójica, nos hace asumir actitudes que nos vuelven insufribles y detestables para quien nos ama y amamos. En un intento desesperado por recuperar el lugar del amante idealizado, nos podemos volver necesitados, desesperados, agobiantes, demandantes y alejar más a quien sentimos ya no nos ama "como antes”.

En lo relacional, el "como antes" no existe. Todo cambia y todo muta incesantemente. En vano nos aferramos a que las cosas se conserven como eran. Nos angustia la transformación. Nos aferramos a aquellos días, horas tal vez, en las que la magia de las endorfinas nos hacían sentirnos borrachos de ilusión.

Así que...emparejarse no es cosa simple. Natural sí. Parece estar inscrito en el código genético todavía. Esa búsqueda del otro, de la estructura protectora, del amor incondicional de la madre que tuvimos o que nos faltó, parece ser todavía un rasgo típico de la especie humana.

Nada es gratis, menos aquello que vale la pena. Aquello que nos da sentido y dirección como puede ser el sentirse ciertamente amado por alguien; implica madurez, entrega, programa y disciplina. No es producto de la casualidad ni de la buena fortuna y mucho menos del azar.

¿Cómo puede ser que éste, amor de amores, no sea suficiente para ser feliz? La idea duele y a veces ahuyenta, lanzando a muchos en busca de su "plenitud" una vez que el amor perfecto e inmaculado se revela imperfecto y contaminado.

Menos romanticismo, más realismo.

Menos esperar a que nos den y más disposición a dar.

Más honestidad y menos simulación.

Más cine, sexo, conversaciones, abrazos y bailar.

Más masajes, más lágrimas compartidas, menos expectativas, más vida personal plena e interesante.

Más libros leídos en pareja, más cocinar juntos, menos reclamos.

Menos expectativas, mas independencia.

Más hacerse cargo de lo propio, menos proyecciones.

Menos culpar al otro, más asumir responsabilidades.

Más risa y menos solemnidad.

Más cartas de amor, más detalles, más tocarse, mas mirarse a ojos, mas decirse la verdad.

Más experimentación en la vida y en la cama".

Más aceptación, más amistad, menos regaños.

Más ser amigos, más ser solidarios, más valorar cada momento compartido.

Más respetar al otro tal y como es.

Menos expectativas, menos expectativas, menos expectativas.

No es una fórmula para ser seguida. Sólo reflexiones, el corazón puesto en el y siento que requiere la decisión de existir en el yo, en el tú y en el nosotros.


Mi Consulta Psicológica
Ana Luisa López Pérez
Psicóloga

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