VIVIR SIN DEPENDER

VIVIR SIN DEPENDER


Es agradable tener a nuestro lado a personas en quienes podamos confiar y nos animen a conquistar nuestros sueños. La línea entre una relación madura y una relación dependiente y posesiva es muy sutil, y es muy fácil traspasarla.

En el imaginario colectivo se han colado diferentes ideas que generan una ilusión de exclusividad: el alma gemela, el mejor amigo, la media mitad, el guía espiritual… En realidad, todas son trampas lingüísticas que nos conducen a pensar que esas personas nos pertenecen pues están "destinadas" a nosotros.

Cuando caemos en esa trampa, olvidamos que en toda relación siempre hay dos personas y que nadie pertenece a nadie. Es necesario trabajar cada día esa relación, asegurarse de dar y recibir.

Idealizar al otro puede crear una dependencia emocional.

En realidad, no existe una pareja o un amigo perfecto, tan solo una relación en la que ambos deben invertir tiempo y esfuerzo para que dé sus mejores frutos. Es importante ser conscientes de ello para no idealizar al otro.

Idealizar a alguien es un juego muy peligroso porque suele ser la antesala de la dependencia emocional. Si estamos convencidos de que esa persona está hecha a nuestra medida, si nos dejamos convencer por la "ilusión de la exclusividad", nos volveremos dependientes, lo cual creará una asimetría dañina en la relación pues quien depende siempre está en desventaja.

El problema en una relación asimétrica es que la persona dependiente suele terminar poniendo a un lado sus necesidades para satisfacer al otro, hasta el punto que llega a borrar su individualidad. Esa dependencia no le hará feliz, al contrario, a menudo genera el terrible miedo de perder al otro, lo cual deja paso a los celos y la posesividad. Cometemos el terrible error de coartar la libertad de la persona que queremos por miedo a perderla, porque pensamos que nos pertenece.

¿Cómo desarrollar relaciones maduras y enriquecedoras?

La parábola de los erizos, en la que hace referencia a su visión de las relaciones humanas.

“Durante un invierno particularmente frío, un grupo de erizos se acercaron para darse calor. Sin embargo, cuanto más se aproximaban, más dolor causaban sus púas al erizo cercano. Cuando el dolor fue insoportable, los obligó a alejarse de nuevo.

Alejados los unos de los otros, volvieron a sufrir el frío, por lo que tuvieron necesidad de calentarse nuevamente, se acercaron y volvieron a hacerse daño. 

Así aprendieron a encontrar la distancia óptima, aquella en la que podían protegerse lo suficiente del frío sin que sus púas dañaran demasiado a su compañero”. 

Por eso, en las relaciones interpersonales, ya sea de pareja, de amistad o entre padres e hijos, es necesario encontrar esa distancia óptima. Erich Fromm se refería a un amor maduro, en el que cada persona comparte con el otro lo necesario para que ambos crezcan, desarrollando una relación en la que cada quien mantiene su individualidad.

Por eso, es fundamental abordar todas nuestras relaciones siendo plenamente conscientes de que nadie nos pertenece. 

Debemos ser capaces de amar lo suficiente como para que esa persona sea libre en todo momento para quedarse a nuestro lado o irse. 

Tenemos que aprender a amar sin poseer y a vivir sin depender.



Mi Consulta Psicológica
Ana Luisa López Pérez
Psicóloga

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